Por Yadira Yolanda Gaytán García
Cuenta la leyenda que por la calle que anteriormente se utilizaba como camino real en Amatitan y que actualmente lleva por nombre Aurelio López, por las noches se puede apreciar una comitiva numerosa descendiendo y cargando en hombros de algunos un ataúd, todo pareciera como si estuvieran acompañando un cuerpo sin vida al panteón, mientras los demás con velas en las manos acompañan con un rezo.
Cuenta el señor Rigoberto Hernández que en una ocasión le tocó apreciar este suceso, él al principio creyó que todo esto era normal, y como lo invitaron a participar en la procesión al camposanto, él se acercó y aceptó una vela que le entregaban para que se hiciera uno más de los que asistían. De sus propias palabras nos comentó lo siguiente: “¡¡¡Sus rezos no se escuchaban claramente, eran como murmullos de todos quienes iban cubiertos de túnicas negras, yo creí, pues cuando alguien muere en algún rancho así eran trasladados para velarlos en el panteón, ya que en su delegación no tienen donde hacerlo, pero cuál fue mi sorpresa que al llegar a la carretera, ya para cruzar a! panteón, todo desapareció…!!! ¡¡¡y en mi mano lo que era una vela, se había convertido en un hueso…!!!
La gente comenta que si escuchas pasar éste cortejo y la curiosidad te gana, al asomar la cabeza para verlos, puede ser que el que vaya en el ataúd seas tú mismo, y sea un aviso de tú próxima muerte...
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